Estas imágenes debieron acompañar mi publicación anterior!!!!
domingo, 1 de abril de 2012
YO TAMBIÉN LOS DESCUBRÍ ... PERO TODAVÍA NO PUEDO CON ELLOS!!!!
En mi anterior publicación dejé un enlace a un artículo que publicó un colega.
Recordé entonces este texto de Eduardo Galeano, que trabajo en clase al comenzar el tema globalización.
Es un excelente disparador, ya que muchos de nuestros alumnos desconoce algunas realidades y vivencias de las generaciones anteriores.
En primer lugar se quedan estaciados ante la lectura (les encanta que les lea), y muy de vez en tanto, se desprenden sonrisas muy respetuosas de las situaciones que el autor describe.
Los invito a vivir tal experiencia!!!! No importa la asignatura, es una temática transversal, liga con cualquier situación de aprendizaje. A partir de ella, se puede trabajar la "inmediatez" a que nos obliga el sistema, la ausencia de relatos y cuestiones mundanas vividas por nuestros antepasados, la falta o escasa comunicación entre generaciones, los cambios bruscos de la sociedad.
Los que conocen algunas imágenes del texto, dejan entrever una luz en su mirada a modo de: "en mi casa me contaron eso... mis abuelos me contaron... etc, etc.
Pero, son muy pocos!!!!
Luego, en un análisis más profundo de la temática, se reconocen en las situaciones que se describen y ante mi sorpresa se vuelven muy críticos del estilo de vida que llevamos adelante.
En fin, nos divertimos, conocemos otras formas de vida, otras formas de pensar y adquirimos argumentos para formar nuestra crítica y válida opinión.
Nuevamente... dediquen algunos minutos a leer y practiquen la experiencia. Es un deleite que no nos podemos perder!!!
“Para los de más de 40”
Eduardo Galeano
Lo que me pasa es que no consigo
andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le
ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.
No hace tanto con mi mujer
lavábamos los pañales de los críos. Los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita; los planchábamos, los
doblábamos y los
preparábamos
para que los volvieran a ensuciar.
Y ellos, nuestros
nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar
todo por la borda (incluyendo los pañales). ¡Se entregaron inescrupulosamente a
los desechables!
Si,
ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó tirar. ¡Ni los desechos nos
resultaron muy desechables! Y así
anduvimos por las calles guardando los mocos en el bolsillo y las grasas en los repasadores.
Y nuestras hermanas y novias se las
arreglaban como podían con algodones para enfrentar mes a mes su fertilidad.
¡Nooo!
Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje,
me caí del mundo y
ahora no sé por donde se entra.
Lo más probable es que lo de ahora está bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el
equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.
¡Guardo los vasos desechables! ¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez! ¡Apilo como
un viejo ridículo! las bandejitas de espuma plástica de los pollos! ¡Los
cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los
cubiertos!
Es que vengo de un tiempo en
que las cosas se compraban para toda la vida. ¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después!
La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, fiambreras
de tejido y hasta palanganas y escupideras
de loza. Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en
todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de heladera tres veces.
¡Nos están fastidiando! ¡¡ Yo
los descubrí. Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para
que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.
¿Dónde están los zapateros
arreglando las medias suelas de las Nike? ¿Alguien ha visto a algún
colchonero
escardando sommiers casa por casa? ¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El
afilador o el electricista? ¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de
aviones para los talabarteros?
Todo se tira, todo se desecha y mientras tanto
producimos más y más basura. El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40
años que en toda la historia de la humanidad. El que tenga menos de 40 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo
era niño por mi casa no pasaba el basurero!! ¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de …… años! Todos los desechos eran orgánicos e iban a
parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII). No existía el
plástico ni el nylon. La goma solo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las
quemábamos en San Juan. Los pocos desechos que no se comían los animales,
servían de abono o se quemaban.
De por ahí vengo yo. Y no es
que haya sido mejor. Es que no es
fácil para un pobre tipo al que educaron en el "guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo"
pasarse al "compre y tire que ya se viene el modelo nuevo".
Mi cabeza no resiste tanto.
Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una
vez por semana, sino que además
cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real. Y a mí
me prepararon para vivir con el
mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo)
Me
educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las
cosas podían volver a servir. Le
dábamos crédito a todo.
Si,
ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían
servir y qué cosas no. Y
en el afán de guardar (porque
éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las
carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita.
¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los
pocos meses de comprarlo?
¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente
no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con que se
consiguieron?
En casa teníamos un mueble con
cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el
tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y
guardábamos. ¡¡Corno guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!! ¡Guardábamos las
chapitas de los refrescos! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia calzados para
poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se
convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases !e sacábamos e! corcho, las
martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para
la fiesta de fin de año de la
escuela. ¡Tooodo guardábamos!
Las cosas que usábamos: mantillas de faroles,
ruleros, ondulines y agujas de primus. Y las cosas que nunca usaríamos. Botones que perdían
a sus camisas y carreteles que se quedaban sin hilo se iban amontonando en e/ tercer y en el cuarto cajón.
Partes de lapiceras que algún día podíamos volver a precisar. Tubitos de plástico sin la tinta, tubitos
de tinta sin el plástico, capuchones sin la lapicera, lapiceras sin el
capuchón.
Encendedores sin gas o
encendedores que perdían el resorte. Resortes que perdían a su encendedor.
Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se
tiraban al terminar su
ciclo, inventábamos la recarga
de los encendedores descartables. Y las Gillette —hasta partidas a la mitad— se convertían en sacapuntas por
todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned
beef, por las
dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica
pasaban del congelador al techo
de la casa. Porque no sabíamos bien si había
que darles calor o frío para que vivieran un poco más.
No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo
viviera menos que un jazmín. Las cosas no eran desechables. Eran guardables.
¡¡Los diarios!! Servían para
todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los
días de lluvia y por sobre todas las
cosas para envolver!!. ¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado
leyendo el diario pegado al trozo de carne! Y guardábamos el papel plateado de
los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las
páginas del almanaque para hacer cuadros y los cuentagotas de los remedios por
si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla
de la Volcán
desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros
álbumes de fotos. Y las cajas de cigarros Richmond se volvían cinturones y posa-mates y los frasquitos de
las inyecciones con tapitas de goma se amontonaban vaya a saber con que intención, y los mazos de naipes
se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía "este
es un 4 de bastos". Los cajones guardaban pedazos izquierdos de palillos
de ropa y el
ganchito de metal. Al tiempo albergaban solo pedazos derechos que esperaban a
su otra mitad para convertirse otra vez en un palillo.
Yo se lo que nos pasaba: nos
costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas
generaciones deciden "matarlos" apenas aparentan dejar de servir,
aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada. Ni a Walt
Disney.
Y cuando nos vendieron helados
en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: "Cómase el helado y después tire
la copita", nosotros
dijimos que si, pero, ¡minga que la íbamos a tirar! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las
copas.
Las latas de arvejas y de
duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de
dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de bollones en ceniceros,
las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron
encontrarse con una botella.
Y me muerdo para no hacer un
paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. Ah ¡No lo voy a hacer!
Me muero por decir que hoy no
solo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta
la amistad es descartable. Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos
con personas.
Me muerdo para no hablar de la
identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a
hacer.
No voy a mezclar los temas, no
voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a
los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus
funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a !as
personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los
lindos, con brillo y glamour.
Esto sólo es una crónica que
habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas,
tendría que plantearme seriamente entregar a la bruja como parte de pago de una
señora con menos kilómetros y alguna función nueva.
Pero yo soy lento para transitar este mundo de la
reposición y corro el riesgo de que la bruja me gane de mano y sea yo el
entregado...
EXCELENTE... REAL, LAMENTABLEMENTE!!!
Hola a todos, comparto con ustedes una publicación de un colega del curso. Invito a su lectura y posterior reflexión.
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